lunes, 21 de julio de 2014

XVII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A. 27/7/2104. Mateo 13, 44-52

   A menudo, parece que las lecturas de la misa no tienen relación entre sí pero, en general, hay un hilo conductor que las relaciona. En esta eucaristía, las dos primeras lecturas reflejan cómo ha de ser nuestra oración y nuestro amor a Dios relacionándolos con el hermano. Eso constituye, fundamentalmente, el reino de los cielos. Quien descubre su profundo significado y sus vivencias vivencias, lo da todo para no perderlo y a ello se refiere la tercera lectura o evangelio.
 
   La primera lectura, tomada del libro primero de Reyes (3, 5.7-12), nos refiere la oración que hace Salomón. Es una oración de petición, pero Salomón rey, no pide nada para él sino lo mejor para el pueblo de Dios. No pide una larga vida, ni riquezas, ni la vida de sus enemigos, sino saber distinguir el mal del bien para gobernar lo mejor posible. ¡Qué bien iría el mundo si los gobernantes velaran de verdad por el  bien del pueblo y no se enriquecieran tan desmesuradamente!  

   La segunda lectura, de la carta de Pablo a los romanos (8, 28-30), comienza afirmando que, a los que aman a Dios todo les sirve para bien. Esto lo saben bien los que aman a Dios de verdad siempre, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de la vida. De esta forma somos imagen del Hijo de Dios, lo que nos hace a todos hermanos. Así, Dios nos conoce, nos llama, nos justifica y nos glorifica.

   Con la Biblia en la mano, el reino de Dios resume y concentra lo dicho hasta aquí. Su culmen es nuestra justificación y glorificación, con las profundas vivencias de Dios. El que lo intuye, y ya aquí, empieza a saborearlo, no lo deja escapar. En esta línea se expresa el evangelio de hoy, con la propuesta de tres parábolas. El reino de los cielos debe ser para los creyentes en Dios, como un tesoro escondido o como la perla fina de gran valor o la red de pescar. En el caso de las dos primeras parábolas, se vende todo lo que se tiene para adquirirlos, pues la ganancia es infinitamente más grande. La tercera parábola refleja la tarea del pescador que, una vez echada la red, recoge toda clase de peces para seleccionarlos posteriormente. Los buenos se guardan y los malos se tiran. Para decirnos dónde se tiran, el evangelio utiliza una metáfora que, como tal metáfora, no puede tomarse al pie de la letra. Dice que los malos se separarán de los buenos y se echarán al horno encendido. Hace poco, hablando con una religiosa, afirmaba ella: "El infierno existe, pero está vacío". No es ninguna herejía esta afirmación, pero debemos andar siempre con mucho cuidado y practicar de verdad lo que favorece el reino de Dios.

   Compromiso:
   Párate a pensar lo que es el reino de los cielos y pónlo en práctica. Piensa en Positivo.
  

No hay comentarios:

 
Licencia de Creative Commons
Teología Ovetense by longoria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-SinObraDerivada 3.0 Unported License.